miércoles, 26 de noviembre de 2008

Amistad



“… Sam, lloró por dentro, pero ni una sola lágrima le asomo a los ojos.
- Dije que lo llevaría a cuestas aunque me rompiese el lomo ¡y lo haré! No puedo llevarlo por usted, pero puedo llevarlo a usted junto con el ¡Vamos… Sam lo llevará a cuestas…! Usted le dice por donde y él irá…”
J.R.R. Tolkien
El Señor de los Anillos


Una ves escuche a una persona diciendo que quería tener un millón de amigos. Pobre pensé, no sabe en la que se mete. A ver cómo explicarlo para que se entienda… Supongamos que es día de semana y son las diez de la noche, estamos cenando y preparándonos para ir a dormir ya que al otro día tenemos que ir a trabajar. En ese instante suena el teléfono, al atender nos sorprende la voz de Roberto con un ataque de nervios ya que acaba de discutir con su novia y quiere venir a charlar unos minutos. Por supuesto le decimos que si, que venga a casa que no hay problema. Al colgar con Roberto suena nuevamente el teléfono y es Carlos, le duele “muchísimo” la muela de juicio y quiere que lo llevemos con nuestro auto a la guardia odontológica del hospital ya que no puede manejar del dolor. Accedemos, pero proponiéndonos no tardar más de una hora ya que está por llegar Roberto y le hemos prometido sentarnos (cerveza mediante) a hablar con él. Al llegar al hospital nos encontramos con Juan en la sala de espera, esperando a su esposa que está a punto de parir a su quinto hijo, nos pide que le hagamos compañía, por supuesto le decimos que sí, sería imposible estar lejos de un amigo en un momento tan maravilloso como ese… A esta altura ya estamos “lidiando” con tres amigos y son casi las doce de la noche y suena el celular, ¡Nuestro amigo numero quinientos! Con otro problema, lo atendemos desganados por lo que se enoja y nos cuelga, no sin antes propinarnos un “Pero che… ¡Siempre ocupado vos! Nunca tenes tiempo para los amigos”, en vano, intentamos pedirle disculpas al tono de ocupado del teléfono. Entonces, mañana tendríamos que ir a hablar con él para solucionar las cosas, pero también tenemos que acompañar a Juan que acaba de ser padre y da una fiesta. Es una cuestión matemática, no podemos responder a tantas personas al mismo tiempo, no alcanzan las horas del reloj. Es más si tienen tiempo y una calculadora a mano realicen una pequeña cuenta (un millón dividido los días del año) y se darían cuenta de que para responder a esa cantidad de amigos tendrían que ver, en promedio, alrededor de dos mil setecientos cuarenta amigos por día, esto sin contar que a cada uno de estos lo veríamos sólo una ves al año. Aclaremos que si viéramos a nuestros amigos sólo una ves por año, lo más probable es que dejasen de serlo… Esto sería completamente diferente si fuese uno mismo el del problema. Imagínense que tuviéramos un aprieto económico y le pidiéramos a cada uno de nuestros amigos diez pesos para comprar los víveres necesarios del día, por supuesto que nos sobraría plata. Es más, creo que podríamos comprar el pase de un jugador de fútbol y revenderlo para hacer negocio.
Al fin y al cabo habrá que hacer caso al refrán que dice que el mejor amigo del hombre es el perro. Pero la verdad es que creo que también esto es una falacia, porque el perro no nos puede contestar y a su ves por esta razón no puede contradecirnos. Es sabido que los demás tienen razón sólo cuando opinan lo mismo que nosotros, es por esto que consideramos al perro nuestro mejor amigo, porque no nos puede responder y llevarnos la contra. En el caso en que ose llevárnosla lo dejamos sin comer, o lo mandamos a adiestrar para que nos de “la patita”. El perro se hecha a nuestros pies y nos mira. Terminemos con esta mentira, así como el mejor amigo del hombre es otro hombre, el mejor amigo del perro es otro perro. En este sentido son los amigos los que te ponen en el lugar, los que te bajan de las nubes. Con los que uno discute y habla sus problemas…
Creo que la amistad es algo único, un sentimiento que no tiene explicación. Muchas veces suele ser confundido con el amor. En verdad es un tipo de amor el que se siente por un amigo. Si alguna ves han leído El Señor de los Anillos seguramente en más de una oportunidad habrán pensado si Sam estaría enamorado de Frodo. Es que es muy fácil confundir la verdadera amistad con el amor. Ya lo describió Nietzsche (1): “…existe en uno y otro lugar de la tierra una especie de continuación del amor, en la que aquel codicioso anhelo (…) a cedido a un nuevo deseo (…) Su nombre correcto es amistad” . En realidad no soy quien para decirles que es la amistad. Ya otros autores con mayor autoridad a la mía han escrito sobre este tema. Me parece correcto destacar que estoy de acuerdo con Giorgio Agamben (2) cuando dice que: no se puede decir “amigo” como se dice “blanco, “italiano”, “caliente” . Pero, sin embargo, hay personas que utilizan este término para tildar a la gente, es así que tienen “amigos del trabajo”, “amigos del club”, y la lista se puede extender hasta tantos lugares en donde esta persona realice una actividad (boliche, facultad…). No considero propicio ser amigo de mucha gente, creo que con sólo uno o dos (buenos) amigos uno puede estar tranquilo de que tendrá su espalda bien cuidada. Y aparte de uno estar tranquilo, también puede alimentar esas amistades. La amistad es un ejercicio del alma. Uno se siente bien al ver a un amigo, al poder ayudarlo, al ver que esa persona lo busca a uno cuando esta en un aprieto, es bueno sentirse útil. Considero que la amistad es un sentimiento muy noble como para mancharlo por el sólo hecho de comodidad en dar nombre a las cosas. Aristóteles decía que: aquel que tiene muchos amigos, no tiene ningún amigo. Me parece que no es bueno llenarse de amigos sólo para sentirse acompañado, ser amigo de alguien es una responsabilidad. Esto es totalmente diferente cuando somos aún chicos y todo es un juego. Tampoco es bueno confiar todos nuestros secretos a nuestros (pseudo) amigos, nunca sabemos cuando estos nos pueden traicionar y utilizar esa información para hacernos el mal.
Es mucho lo que se puede hablar sobre este tema, también son muchas las puertas que se abren hacia otros. Pero no es la finalidad ocuparme de estos asuntos, supongo que lo haré más adelante…



1. La ciencia jovial , 14. “Todo lo que se llama amor” Friederich Nietzche
2. Suplemento Cultura, domingo 25 de septiembre de 2005, Giorgio Agamben

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