domingo, 27 de julio de 2008


La religión y las ofrendas


El templo de la Iglesia Universal del Señor del Partido de Vicente López en la Zona Norte del conurbano bonaerense, limita al oeste con el Mar Blanco. La entrada, un tanto escondida, no demuestra lo grande que es en su interior el edificio. Paredes blancas cubiertas por placas que imitan la madera, pisos de baldosa y butacas con asiento rebatible aguardan que los fieles lleguen a la Terapia Espiritual, nombre de la misa que se celebra los domingos.
Dentro del santuario un reloj indica la hora por encima de la puerta, no sea cosa que la reunión se haga larga y el pastor no tenga tiempo de reponer energías antes de dar otra lección de Fe. Ya que hay ceremonias de lunes a viernes a las 8, 10, 16 y 20, los sábados a las 8, 10 y 15 y los domingos se agrega la sesión de las 20.
Pasadas las diez de la mañana del día en que Dios descansa, el Pastor Andre salió al escenario mientras unos pocos feligreses aguardaban su palabra. Los fieles esperaban sentados en forma aleatoria en alguna de las 228 butacas que tiene el templo. Los asientos están divididos en dos columnas de 19 filas por seis, con pasillos a los costados y uno más ancho en el medio, que deja ver desde la entrada un altar arriba de un escenario y más abajo un atril.
“Acérquense que somos pocos”. Todos fueron hacia el altar y escucharon de pie lo que el Pastor tenía para decir. Andre, que nació en Brasil y hace ocho años vive en Argentina, comenzó a orar con un tono portugués y dijo: “Cierren sus ojos y pongan la mano en el corazón, el Señor los va a escuchar”.
Al ritmo de una melodía pegadiza y una letra contagiosa que el Pastor cantaba haciendo playback, pidió que alcen las manos y le cuenten a Dios sus problemas. Con las manos en alabanza, algunos de los presentes rompieron en lágrimas, mientras apretaban la boca y murmuraban, cerraban fuerte los ojos tratando de que las lágrimas cayeran con más violencia.
Al concluir el pedido, sobre el altar esperaba una pecera con un líquido rojo que mientras todos oraban dos mujeres se encargaron de acercar. “Esta es la sangre de Jesus, ¿trajeron sus ropas?”, preguntó. “Tráiganlas y pónganlas aquí dentro -señalando la pecera-, que la sangre de Jesus curara sus penas”, todos buscaron entre sus cosas y sacaron una tela blanca. Las ropas, explica Silvia una de las obreras que ayudan en la iglesia, son unas telas en la cual uno “pone sus broncas, ahí -en la tela- escribís lo que te molesta o una angustia. Después lo metés ahí -dentro de la pecera- y el Señor te va a ayudar a sacar ese dolor”.
Uno a uno los fieles subieron al altar y echaron las ropas en la sangre. Mientras, Andre posaba su mano en la cabeza de los que subían y tras un fuerte movimiento los liberaba de los males.
Finalizado este acto de fe, pidió que vuelvan a sus lugares para juntos entonar una nueva canción. “¿Todos tienen su canción y su estudio? Levante la mano el que no lo tenga”, algunos levantaron la mano y los obreros corrieron rápidamente a entregarles una copia. “Si a alguien le falta el sobre para el diezmo puede pedírselo también”.
Bajó del altar y se posó en el atril. Explicó el origen de la canción, que era un poema y “muy hermoso por cierto”, todos comenzaron a cantar. Después sería el turno de la explicación del estudio, ese domingo tocaba: Ser Bautizado en el Espíritu Santo - Parte 17, con subtítulo: Ser la propia ofrenda. El estudio explicaba el origen de las ofrendas y que las hay de tres tipos: la ofrenda ma…(terial, respondía la gente), la física y la espi…(ritual). Andre se tomó una hora para explicar con diferentes ejemplos el estudio y como debía uno ser la ofrenda espiritual. “Nosotros tenemos que ser buenos tanto dentro como fuera del templo, sino de nada sirve nuestra ofrenda”.
Andre cortaba las palabras y los fieles terminaban las oraciones a modo de coro, él sonreía y asentía con su mirada. Después de dar varios ejemplos sobre como ser la ofrenda espiritual le siguieron los ejemplos de ser la ofrenda física.
Fue el turno de la ofrenda material. Según el estudio de nada sirve dar un buen diezmo y después ser malo en el hogar, o ser muy bueno en el hogar y no dar el diezmo, así como tampoco cumplir con la parte física. Hay que equilibrar. Después de preguntar varias veces si todos habían entendido el estudio, y de que otras tantas le respondieran que si, Andre dio paso a la última etapa de la misa.
La Iglesia Universal del Reino de Dios tiene un programa de televisión de lunes a viernes de 7.30 a 9 y los sábados de 1 a 2 por América así como también de lunes a viernes de 0.00 a 1.30 por la señal de cable América 24. También tienen un programa en Radio Buenos Aires, 1350 AM, de martes a jueves de 16 a 17. Cierra este círculo el Diario El Universal, que se reparte gratuitamente. “El que quiera puede venir a dejar el diezmo y llevar -de paso- un diario, no importa si hoy no tienen para dar, no les diremos nada. Pero recuerden las ofrendas”. Todos se acercaron y depositaron en un bolso de tela bordó sus ofrendas materiales, algunos sólo ponían algunas monedas, otros parecían dejar su sueldo en el templo.
Después de una hora y cuarenta minutos la ceremonia terminaba. Silvia, la misma obrera que explicó lo de las ropas, se acercó. Invita a volver y a hablar con Andre, “no se vayan”, salió corriendo a buscar algo y trajo una tarjeta de Silva Andre, consejero. Mientras Silvia señalaba la tarjeta marcaba: “Acá está su celular, este es el nextel y también tienen el mail, cualquier duda que tengan o consulta hablen con Andre”.
“Recuerden que aparte de las ofrendas física y espiritual está la material, hay que ser equilibrado en las tres”. En la avenida Vélez Sarfield al 4370, en la localidad de Munro, el centro comercial por excelencia de zona Norte, se encuentra la blanquería Mar Blanco. Al lado, en el 4373 de la misma avenida, se encuentra la Iglesia Universal, un lugar en el que -a tono con el centro comercial- podemos hacer que Dios nos escuche un poco más por medio de nuestras ofrendas materiales.

domingo, 20 de julio de 2008

Entrevista a Mario Garcia


Hace frío en Buenos Aires. De a ratos el cielo muestra un tono celeste detrás de nubes negras amenazantes. Adentro, en una oficina de Munro, el periodista Mario García espera sentado frente a su computadora. Tiene 64 años y desde hace 14 está al frente de Biciclub, una revista de alcance nacional que también se distribuye en Uruguay, con una tirada mensual de 15 mil ejemplares. “Trabajé casi toda mi vida en producción de cine y publicidad. Después de eso me dediqué a hacer un programa de televisión periodístico sobre ciclismo, que duró unos ocho años aproximadamente. Durante ese proceso fue que me volqué al periodismo. Haciendo el programa surgió la alternativa de editar una revista.” También estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires y se reconoce como: “Un lector de toda la vida”.
El viento golpea en la ventana de la oficina, la estufa que está a la izquierda de la computadora se encuentra prendida. Por una pequeña rendija puede verse la llama, la misma que se vislumbra en los ojos de García al recordar sus primeros pasos en el periodismo al calor de la militancia política: “Los años ´70 fueron de militancia, hice bastante periodismo político, era especialista en ese tema. Conduje algunas revistas, hubo toda una experiencia. Más que nada eran publicaciones de pensamientos, ideas filosófico-políticas.”

¿Cómo aprendió el oficio de ser periodista?
Aprendí a trabajar de periodista trabajando, haciéndolo, experimentando. Hubo una observación específica de cómo era esto, porque no es lo mismo tener el conocimiento de usuario que ponerse del otro lado del mostrador. Además tuve el apoyo de dos periodistas que me ayudaron bastante a desarrollar el oficio. Uno de ellos fue el director de Weekend, José Luís Aldorisio, y el otro un periodista de Página/12 que se llama Facundo Martínez.

La oficina de la localidad de Munro es confortable, García se para, busca y enciende un cigarrillo, fuma. Respira, piensa, habla: “Las notas que más aprecio yo son de dos tipos. Una son las editoriales que escribimos en la revista, porque tienen mucho retorno de parte de la gente. Son piezas cortas, muy trabajadas y las que más esfuerzo demandan. Pero también las que sentís que expresan más cosas de uno, no como periodista solamente. Las otras que me gustan mucho son las notas técnicas, de ingeniería, metalurgia o distintos temas que hacen al diseño de la bicicleta”. El cigarrillo sigue encendido: “Hay muchísimas notas malas. Unas, que en este tipo de revistas son muy comunes, son las que llamo publinotas. Realmente es un trabajo que hago muy mecánicamente, estoy muy acostumbrado, las edito muy rápido. Pero son muy desagradables de escribir. Sentís que no aportas nada, sólo algo de la sintaxis”.

¿Cómo articula la vida personal con el trabajo?
Es difícil. Cuando hay que hacer trabajos largos una vez que arranco no puedo parar, no tengo límites. Es mi estilo para trabajar, soy muy desordenado, trato de cumplir una rutina pero me cuesta. Cuando estoy embalado lo hago y termino así sean las tres de la mañana. Me resulta muy complicado y poco práctico cortar y seguir al otro día. Así como cuando no tengo ganas no me da y no me da. Hay días que tengo que hacer cosas y no rindo en proporción a lo que hago cuando estoy embalado.
García terminó su cigarrillo: “Yo creo que en el periodismo hay que tener dos cosas. Una estudiar. La carrera debe tener una gran formación enciclopédica al estilo antiguo, que creo es absolutamente necesaria, y una gran formación en idiomas, más que nada por la enorme cantidad de material que hay en otras lenguas. A todo eso se suman los conocimientos específicos de la técnica periodística, que la hay y es importante conocerla. No creo que se pueda aprender sola por ensayo o error”.

¿Qué va a hacer ahora?
Nada, estaba esperando para hacer la entrevista y me iba.

García cierra la puerta de calle y las ventanas. Hoy sí volverá temprano a casa. No hay trabajos largos que hacer. O no está embalado.